¿Quién fue Tupac Amaru II? ¿Por qué su ejecución pública sigue estremeciendo al continente siglos después? La historia de este líder indígena va más allá del martirio: es el símbolo de una América que despertaba.
El 18 de mayo de 1781, en la ciudad de Cuzco, entonces parte del Virreinato del Perú, las autoridades coloniales llevaron a cabo una de las ejecuciones más brutales y simbólicas de la historia de América Latina: la del líder revolucionario José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Tupac Amaru II. Su muerte no significó el fin, sino el comienzo de un movimiento que inspiraría futuras gestas independentistas.
De noble incaico a revolucionario: los orígenes de José Gabriel Condorcanqui
Nacido el 19 de marzo de 1738 en Surimana, José Gabriel pertenecía a una familia de origen noble incaico. Su linaje se remontaba al mismísimo Tupac Amaru I, el último Inca ejecutado por los conquistadores españoles. Esta ascendencia le permitió recibir una educación inusual para un indígena de su tiempo: estudió en el Colegio de San Francisco de Borja, también conocido como el Colegio de Caciques del Cuzco.
Allí aprendió a leer y escribir en castellano, latín y quechua. Su formación incluyó tanto a autores cristianos como a ilustrados europeos, algunos prohibidos por la Iglesia, como Rousseau y Voltaire. Este cruce entre su raíz indígena y el pensamiento moderno europeo encendió una chispa que más tarde se convertiría en fuego revolucionario.
El abuso colonial y la semilla de la rebelión
A pesar de su relativa prosperidad como comerciante y terrateniente, Condorcanqui vivía de cerca la explotación a la que estaban sometidos los pueblos indígenas: trabajo forzado en las minas, tributos excesivos y el abuso de los corregidores, quienes eran representantes del rey en las provincias.
El hartazgo era generalizado. Las comunidades indígenas comenzaron a organizarse en busca de un líder, alguien que uniera las viejas glorias del Tahuantinsuyo con la necesidad urgente de liberación. La figura de José Gabriel, heredero del linaje incaico, se convirtió en la esperanza de los oprimidos.
El nacimiento de Tupac Amaru II y el inicio de la gran rebelión americana
En 1780, José Gabriel adoptó el nombre de Tupac Amaru II, en honor al último emperador Inca asesinado por los españoles. Ese gesto no fue meramente simbólico: significó la resurrección de un imperio aplastado y el inicio de la mayor rebelión indígena previa a las guerras de independencia en el continente.
Reunió a indígenas, mestizos, caciques locales e incluso algunos criollos. En un principio, su movimiento no pretendía derrocar al Rey Carlos III, sino eliminar los abusos de los funcionarios locales. Sin embargo, con el paso de los meses, las demandas se radicalizaron: fin del sistema de castas, fin de la esclavitud, fin del dominio español.
La captura, la tortura y una ejecución que quiso borrar un símbolo
La rebelión fue ferozmente combatida por el virreinato. Tupac Amaru II fue traicionado y capturado el 6 de abril de 1781. Durante su cautiverio fue torturado para revelar los nombres de sus colaboradores, pero se negó a delatar a sus compañeros.
Su célebre frase ante el delegado real José Antonio de Areche es testimonio de su carácter indomable:
“Solamente tú y yo somos culpables: tú por oprimir a mi pueblo, y yo por querer liberarlo. Ambos merecemos la muerte.”
Ante la inutilidad de la tortura como método de persuasión, las autoridades decidieron ejecutar a Tupac públicamente, con el objetivo de infundir miedo entre los pueblos indígenas.
Un martirio que la historia no olvida
En la Plaza de Armas del Cuzco, sus extremidades fueron atadas a cuatro caballos en un intento de desmembramiento. Al no lograrlo, optaron por decapitarlo. Su cabeza fue exhibida en una pica en la plaza, mientras que sus brazos y piernas fueron enviados como escarmiento a otras regiones del virreinato: Tungasuca, Livitaca, Carabaya y Santa Rosa.
Su hijo Fernando, de apenas 10 años, fue obligado a presenciar la muerte de su padre y la brutal ejecución a palazos de su madre, Micaela Bastidas, una heroína revolucionaria por derecho propio. Luego, fue enviado a España, donde cumpliría prisión perpetua.
El legado inmortal de Tupac Amaru II
Aunque las autoridades españolas creyeron haber acallado para siempre la voz del líder indígena, su espíritu continuó vivo en las montañas, en los cantos quechuas y en las futuras generaciones que lucharon por la independencia del Perú y de toda América Latina.
Tupac Amaru II se convirtió en símbolo de rebeldía, resistencia y dignidad. Su figura fue retomada por movimientos revolucionarios del siglo XIX, por líderes independentistas y hasta por movimientos sociales y políticos del siglo XX y XXI.
Su famosa frase, atribuida a su resistencia final, sigue resonando como una advertencia histórica:
“¡Volveré y seré millones!”
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