La temporada 3 de “Monster” en Netflix ha vuelto a desatar una ola de curiosidad entre los amantes del true crime. Esta vez, el protagonista no es un asesino en serie común, sino uno de los criminales más perturbadores de la historia de Estados Unidos: Ed Gein, el llamado “Carnicero de Plainfield”.
Lo que muchos desconocen es que, aunque su lista de crímenes confirmados fue corta, su impacto en la cultura popular es enorme. Su historia marcó un antes y un después en el cine de terror, inspirando a personajes que todavía hoy nos persiguen en pesadillas.
Pero… ¿quién fue realmente Ed Gein? ¿Y por qué sigue fascinando —y aterrando— al mundo casi setenta años después?
Aquí te contamos 10 datos curiosos (y espeluznantes) que explican por qué Netflix ha vuelto a poner su nombre en boca de todos.
1. Inspiración para personajes inmortales del terror
Aunque solo se le atribuyen oficialmente dos asesinatos, el caso de Ed Gein fue tan macabro que inspiró a Norman Bates (Psicosis), Leatherface (La masacre de Texas) y Buffalo Bill (El silencio de los inocentes). Tres figuras que definieron el terror moderno… todas nacidas del mismo hombre real.
2. La madre que marcó su destino
Augusta Gein fue la sombra que dominó toda su vida. Religiosa fanática y autoritaria, inculcó en su hijo que todas las mujeres eran pecadoras. Ed la idolatraba y temía al mismo tiempo. Cuando ella murió en 1945, algo dentro de él se quebró para siempre.
3. No fue un asesino serial “clásico”
A diferencia de otros criminales famosos, Gein no mató por placer repetido ni por impulso sádico continuo. La policía solo pudo probar los asesinatos de Mary Hogan (1954) y Bernice Worden (1957). Su obsesión, más que matar, era reconstruir una figura femenina idealizada… con los restos de otras.
4. Robaba cadáveres de los cementerios
Después de la muerte de su madre, comenzó a visitar los cementerios de Plainfield por la noche. Desenterraba cuerpos de mujeres recién fallecidas y los llevaba a su granja. Prefería a aquellas que se parecían físicamente a Augusta.
5. Convertía restos humanos en objetos del hogar
Cuando la policía irrumpió en su casa, descubrió una auténtica galería del horror: lámparas hechas con piel humana, máscaras, cuencos de cráneos, guantes, cinturones y hasta una silla tapizada con piel. En total, se hallaron más de 40 piezas hechas con partes humanas.
Entre los hallazgos más grotescos, el informe policial describió un cinturón confeccionado con pezones humanos cosidos entre sí. Esta sola imagen bastó para convertir su caso en una leyenda macabra.
6. No se defendió ante la justicia
Cuando fue arrestado, no opuso resistencia. Durante el juicio, fue declarado incompetente mentalmente y enviado al Hospital Estatal Central de Waupun. Allí pasó décadas, sin mostrar nunca arrepentimiento ni agresividad.
7. Se vestía con piel humana
Uno de los detalles más inquietantes: Gein confeccionó un “traje” con piel de mujeres muertas. Se lo colocaba para “sentirse mujer” y “convertirse en su madre”, según explicó a los psiquiatras. Este comportamiento inspiró directamente al asesino de El silencio de los inocentes.
8. Su casa fue devorada por el fuego
En marzo de 1958, poco después de su arresto, la granja donde vivía fue reducida a cenizas. Nadie fue acusado oficialmente, pero se cree que los vecinos lo hicieron para borrar el horror que ese lugar representaba.
9. Murió en un hospital psiquiátrico
Ed Gein pasó el resto de su vida en instituciones mentales. Falleció en 1984, a los 77 años, víctima de un cáncer de pulmón. Nunca volvió a pisar la calle.
10. No tiene lápida en la actualidad
Sí, así como lo lees: Ed Gein no tiene tumba marcada.
Tras su muerte, fue enterrado en el cementerio de Plainfield, Wisconsin. Durante años, su lápida se convirtió en un punto turístico para los fanáticos del terror: algunos dejaban flores, otros botellas vacías, y muchos solo buscaban una foto junto a la piedra con su nombre.
Pero en el año 2000, alguien la robó.
Meses después apareció a más de 2.000 kilómetros, en Seattle. Nadie supo quién la había sustraído ni cómo llegó tan lejos. Desde entonces, la lápida original se guarda en la oficina del Sheriff, bajo estricta custodia.
El lugar donde yace Ed Gein no tiene cruz, ni nombre, ni rastro visible.
Solo tierra. Solo silencio.
Y, curiosamente, ese anonimato tiene un aire de justicia poética.
Porque en vida, Gein se obsesionó con la carne, los cuerpos y la permanencia física de la muerte. Quería retener lo tangible, lo visible. Pero su tumba es, precisamente, lo contrario: un vacío. Un agujero sin nombre.
No hay piedra que lo recuerde, pero el horror que desató lo hizo eterno.
A veces, el castigo más simbólico no está en una celda, sino en el olvido.
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