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jueves, 16 de julio de 2020

La vida en la Edad Media

La vida en la Edad Media

En la Edad Media, no había cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico. Los excrementos humanos eran lanzados por las ventanas del palacio.
En un día de fiesta, la cocina del palacio pudo preparar un banquete para 1500 personas, sin la más mínima higiene.

En las películas actuales vemos a las personas de esa época sacudirse o abanicarse...

La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que emitían debajo de las faldas (que fueron hechas a propósito para contener el olor de las partes íntimas, ya que no había higiene). Tampoco era costumbre ducharse debido al frío y la casi inexistencia de agua corriente.

Solo los nobles tenían lacayos para abanicarlos, para disipar el mal olor que exhalaban el cuerpo y la boca, además de ahuyentar a los insectos.

Los que han estado en Versalles han admirado los enormes y hermosos jardines que, en ese momento, no solo se contemplaban, sino que se usaban como retrete en las famosas baladas promovidas por la monarquía, porque no había baños.

En la Edad Media, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (para ellas, el comienzo del verano). La razón es simple: el primer baño del año se tomaba en mayo; así que en junio, el olor de la gente todavía era tolerable. Sin embargo, como algunos olores ya comenzaban a molestar, las novias llevaban ramos de flores cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor. De ahí la explicación del origen del ramo de novia.

Los baños se tomaban en una sola bañera enorme llena de agua caliente. El jefe de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, llegaban los demás en la casa, en orden de edad, mujeres, también por edad y, finalmente, niños. Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que era posible matar a un bebé adentro.

Los techos de las casas no tenían cielo y las vigas de madera que los sostenían eran el mejor lugar para que los animales: perros, gatos, ratas y escarabajos se mantuvieran calientes. Cuando llovía, las filtraciones obligaban a los animales a saltar al suelo.

Los que tenían dinero tenían platos de lata. Ciertos tipos de alimentos oxidaban el material, causando que muchas personas mueran por envenenamiento.

Recordemos que los hábitos higiénicos de la época eran terribles. Los tomates, siendo ácidos, se consideraron venenosos durante mucho tiempo, las tazas de lata se usaban para beber cerveza o whisky; esta combinación, a veces, dejaba al individuo "en el piso" (en una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de bebida alcohólica con óxido de estaño). Alguien que pasara por la calle pensaría que estaba muerto, así que recogían el cuerpo y se preparaba para el funeral. Luego se colocaba el cuerpo sobre la mesa de la cocina durante unos días y la familia se quedaba mirando, comiendo, bebiendo y esperando a ver si el muerto se despertaba o no. De ahí la que a los muertos se les vela (velatorio o velorio), que es la vigilia al lado del ataúd.

Inglaterra es un país pequeño, donde no siempre había lugar para enterrar a todos los muertos. Luego se abrían los ataúdes, se extraían los huesos, se colocaban en osarios y la tumba se usaba para otro cadáver. A veces, al abrir los ataúdes, se notaba que había rasguños en las tapas en el interior, lo que indicaba que el hombre muerto, de hecho, había sido enterrado vivo.

Así, al cerrar el ataúd, surgió la idea de atar una tira de la muñeca del difunto, pasarla por un agujero hecho en el ataúd y atarla a una campana. Después del entierro, alguien quedaba de servicio junto a la tumba durante unos días. Si el individuo se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana. Y sería "salvado por la campana", una expresión utilizada por nosotros hasta hoy.

lunes, 8 de julio de 2019

Vlad III (Drácula)

En 1476 muere Vlad III, o Vlad Draculea, o Vlad Tepes "El empalador", príncipe de Valaquia, en la actual Rumanía (más conocido también como "Drácula" por la novela del irlandés Bram Stoker). Tras su fallecimiento, aparecieron multitud de panfletos en Rusia y Alemania contando anécdotas del personaje. Mientras que en Alemania se remarca su crueldad, en Rusia se le ve más bien como alguien que tendría que actuar así para defender a su pueblo de las presiones territoriales turcas del Imperio Otomano. Pero la tradición oral ha hecho llegar hasta nuestros días también muchas leyendas y anécdotas de Vlad III (Drácula). A continuación mostraremos tres significativas de las varias que existen.

1ª- La copa de oro:
Cualquier ladrón que fuese capturado por Vlad III sería empalado. Para demostrar la seguridad que había en la ciudad, Vlad colocó una copa de oro al alcance de todos en la plaza central de la ciudad de forma que todos podían utilizarla para beber pero ninguno debía intentar robarla bajo pena de fuerte castigo. Y así fue, la copa nunca fue robada.

2ª- Los embajadores:
Con varias versiones en las que cambia el origen de los emisarios y el tipo de sombrero que llevaban, en esta historia unos embajadores de oriente se presentan ante Vlad III. Al llevar turbante no descubrieron sus cabezas ante el príncipe, gesto que Vlad consideró como una falta de respeto y una ofensa hacia su persona. Ante las excusas que estos dieron de que no podían descubrir sus cabezas, Vlad decide clavarles el turbante a la cabeza para que no pudieran quitárselo nunca más y, por tanto, no corrieran el peligro de que su cabeza quedara al descubierto.

3ª- La quema de pobres y enfermos:
Dándose cuenta de que el número de pobres y enfermos aumentaba considerablemente en Valaquia, Vlad decidió invitarlos a todos a un gran festín para demostrar que en su reino no había pobres. Cuando estaban en medio del gran banquete, Vlad Tepes se presentó y les preguntó si querían vivir sin preocuparse ni faltarles nada. Cuando le respondieron que sí prendió fuego a la sala del banquete de tal modo que ni uno solo pudo escapar. Cuando le preguntaban, Vlad justificaba esta acción como una forma de librar a los demás de tener que cargar con ellos. De este modo, según él, dejaban de haber pobres en sus dominios. Hoy día esta anécdota esta considerada por muchos rumanos como diferente. Según ellos los invitados al festín eran bandidos de la zona, no pobres y enfermos...

Pero leyendas o anécdotas aparte, es más que evidente que Vlad III no fue un vampiro, ni bebía sangre, ni se convertía en murciélago, ni ninguna de esas cosas. Su relación con estos no es más que la de ser un ser auténticamente malvado y cruel, aunque esto tampoco está muy claro, pues Vlad Tepes está considerado hoy día como un héroe nacional en Rumanía por su resistencia al expansionismo otomano, y a que Valaquia por aquel entonces era un pequeño país situado en una zona enormemente conflictiva, la frontera europea frente al Imperio Otomano, y estos hostigaban continuamente a los valacos porque sabían que eran la puerta que debían derribar para entrar en Europa.

Quizá Bram Stoker, el autor de "Drácula", a pesar de no haber visitado nunca Rumanía, eligió al personaje por ser un individuo "siniestro" que vivía en una zona donde la leyenda del vampiro estaba muy arraigada. Por la dureza con la que trataba a sus enemigos y su localización, Vlad III era un perfecto candidato para el vampirismo. Pero a pesar de esto, para los rumanos, Vlad Tepes es el hombre que protegió a Rumanía de las invasiones turcas y que la libró de la dominación húngara. No en vano, el escritor Bram Stoker es un personaje profundamente odiado en Rumanía.

Sin embargo, tampoco hay que negar la calidad literaria de la obra de Stoker, ni que la leyenda de Drácula y de los vampiros atrae hoy día a muchos turistas a tierras rumanas para visitar lugares como el Castillo de Bran (llamado de Drácula, aunque ni siquiera está muy claro si llegó a residir algún tiempo en él).
Toda esta mitificación del personaje histórico quizás ayudó a inflar en demasía la crueldad de Vlad III, que aunque fue malvado, no le iban a la zaga sus adversarios en aquel contexto de la Baja Edad Media.

Vlad III (Drácula)

jueves, 11 de abril de 2019

La primera dieta antiobesidad de la historia

La primera dieta antiobesidad

La primera dieta antiobesidad de la historia fue prescrita en la Edad Media por el médico judío Hasday Ibn Shaprut (915-975).
Todo comenzó en el año 958, cuando Sancho I de León apodado «el Craso» o «el Gordo» fue destronado por un problema de sobrepeso. Su obesidad no le permitía cumplir debidamente con las funciones propias de un Rey.
Debido a su apetito incontrolado — realizaba 7 comidas diarias con 17 platos diferentes, la mayoría con carne de caza — desarrolló una obesidad mórbida. Llegó a pesar mas de 240 kilos y no podía calzarse la armadura, montar a caballo o empuñar un arma. Necesitaba ayuda constante, incluso para incorporarse de la cama o poder caminar.
Su abuela, la reina Toda de Navarra, buscó ayuda en la corte califal de Córdoba, donde se encontraban los médicos mas prestigiosos del momento. Pidió a Abderramán III una cura para su nieto y éste le envió a su médico personal, el judío Hasday Ibn Shaprut, quien asombrado por la gordura del paciente le aconsejó viajar a Córdoba para empezar allí el tratamiento. Recorrió mas de 800 kilómetros recostado en una tienda especial de lona tirada por cuatro mulas.
A su llegada, Sancho fue encerrado en una habitación y amarrado a la cama, sólo podía abandonar su cautiverio, para dar largos paseos obligado a caminar sujeto a un andador tirado por cuerdas. Le cosieron la boca, dejando una pequeña abertura para poder tomar líquidos con una caña, sobre todo infusiones de "hierbas del hebreo", que lo mantenían en una constante diarrea. Durante cuarenta días lo alimentaron exclusivamente a base de infusiones de agua salada, de azahar, agua hervida con verduras o zumos de frutas. Aunque estuvo al borde de la muerte en dos ocasiones, logró reducir su peso hasta los 90/100 Kilos.
Una vez restablecido regresó a León, pudo “folgar” con mujeres y montar a caballo. Así recuperó de nuevo su reino. Murió en el año 966, al parecer envenenado con una manzana ponzoñosa ofrecida por el conde rebelde Gonzalo Menéndez.
Paradójicamente, después de tanto calvario, fue la comida sana la que acabó con la vida de Sancho I "El Gordo".

jueves, 19 de febrero de 2015

La Higiene en la Edad Media

Un interesante artículo curioso para quienes se preguntan como funcionaba el asunto de la higiene en la Edad Media.

Baño medieval

La Higiene en la Edad Media

Según el francés Georges Vigarello, autor de Lo limpio y lo sucio, un interesante estudio sobre la higiene del cuerpo en Europa, el rechazo al agua llegaba a los más altos estratos sociales. En tiempos de Luis XIV, las damas más entusiastas del aseo se bañaban como mucho dos veces al año, y el propio rey sólo lo hacía por prescripción médica y con las debidas precauciones, como demuestra este relato de uno de sus médicos privados: “Hice preparar el baño, el rey entró en él a las 10 y durante el resto de la jornada se sintió pesado, con un dolor sordo de cabeza, lo que nunca le había ocurrido... No quise insistir en el baño, habiendo observado suficientes circunstancias desfavorables para hacer que el rey lo abandonase”. Con el cuerpo prisionero de sus miserias, la higiene se trasladó a la ropa, cuanto más blanca mejor. Los ricos se “lavaban” cambiándose con frecuencia de camisa, que supuestamente absorbía la suciedad corporal.

baños turcos

El escritor alemán Goethe contaba que una vez que estuvo alojado en un hostal en Garda, Italia, al preguntar dónde podía hacer sus necesidades, le indicaron tranquilamente que en el patio. La gente utilizaba los callejones traseros de las casas o cualquier cauce cercano. Nombres de los como el del francés Merderon revelan su antiguo uso. Los pocos baños que había vertían sus desechos en fosas o pozos negros, con frecuencia situados junto a los de agua potable, lo que aumentaba el riesgo de enfermedades.

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