La Antigua Grecia es recordada por su filosofía, su arte y su influencia en la política occidental. Pero, en medio de esos grandes logros, existía otra faceta de la sociedad que hoy sigue despertando fascinación y curiosidad: el trabajo sexual. Lejos de estar relegado a la clandestinidad, en ciudades como Atenas esta actividad no solo era legal, sino que estaba regulada e incluso gravada con impuestos estatales.
Lo más sorprendente es que, según ciertas fuentes históricas, algunas trabajadoras sexuales utilizaban un recurso publicitario tan ingenioso como curioso: sandalias con inscripciones en la suela que dejaban grabada la palabra “sígueme” en la arena o el polvo de los caminos. Así, quien caminaba detrás podía interpretar la huella como una invitación directa a sus servicios. Pero ¿qué tan extendida estaba realmente esta práctica?
Pornai: las trabajadoras sexuales de la calle
Las pornai eran las trabajadoras sexuales más visibles, a menudo asociadas a los burdeles estatales conocidos como porneia. Estos locales estaban bajo regulación del gobierno, que imponía impuestos sobre la actividad y, en cierto modo, aseguraba un control de la oferta. Los clientes de estas casas solían ser hombres de clases bajas o aquellos que no podían costear servicios más exclusivos.
Su trabajo estaba más relacionado con la transacción rápida que con el prestigio, y de ahí que surgieran métodos llamativos para atraer la atención. Aquí es donde algunos relatos sitúan el uso de sandalias con mensajes en la suela, como un rudimentario marketing callejero. Sin embargo, los especialistas no se ponen de acuerdo: para algunos fue una práctica habitual, mientras que para otros se trataba más de un recurso anecdótico o incluso de un mito popularizado con el tiempo.
Hetairai: las cortesanas de élite
Muy distinto era el mundo de las hetairai, cortesanas de alto estatus que se alejaban de la imagen de las trabajadoras de la calle. Estas mujeres no solo ofrecían compañía íntima, sino que también participaban en banquetes, simposios y debates filosóficos.
A menudo cultas y con buena educación, las hetairai podían ejercer gran influencia sobre sus clientes, quienes solían pertenecer a la aristocracia, al mundo político o al círculo de artistas e intelectuales. Algunas llegaron a convertirse en figuras de enorme relevancia, participando en las decisiones y discusiones de la élite griega.
En este sentido, el contraste era claro: mientras las pornai representaban la cara más popular y accesible del trabajo sexual, las hetairai ocupaban un espacio intermedio entre amantes, consejeras y musas intelectuales.
Regulación y moral en la Grecia clásica
Resulta interesante que, en una sociedad tan marcada por la filosofía y la política, el trabajo sexual no fuera perseguido sino aceptado como parte de la vida urbana. De hecho, se dice que Solón, uno de los grandes legisladores atenienses, fue quien instauró los primeros burdeles públicos en Atenas, con el objetivo de regular la práctica y garantizar un acceso “económico” a los hombres que no tenían pareja estable.
Aun así, la moralidad respecto al tema era ambigua. Aunque la prostitución era tolerada, las trabajadoras sexuales rara vez alcanzaban un estatus social respetable (con la excepción de algunas hetairai). La sociedad griega podía convivir con la actividad, pero también la relegaba a un espacio periférico en términos de reconocimiento.
¿Publicidad o mito? La huella del “sígueme”
La historia de las sandalias con la palabra “sígueme” grabada en la suela es uno de los aspectos más llamativos que circulan sobre el trabajo sexual en Grecia. La idea de que una trabajadora dejara un rastro literal para captar clientes resulta, sin duda, ingeniosa y atractiva desde el punto de vista histórico.
Sin embargo, los expertos discrepan. Algunos consideran que se trataba de un recurso humorístico o de un caso aislado, sin pruebas suficientes de que se tratara de una práctica masiva. Lo cierto es que la anécdota ha quedado grabada como un símbolo de la creatividad y la picardía de la época, más allá de su veracidad absoluta.
El legado de las trabajadoras sexuales en la cultura griega
Más allá de la anécdota, lo cierto es que el trabajo sexual en Grecia estuvo íntimamente ligado a la economía, la política y la cultura. En los simposios, donde se mezclaban vino, música y debate, las hetairai jugaban un papel fundamental, animando las conversaciones y aportando una perspectiva femenina en un mundo dominado por hombres.
Al mismo tiempo, las pornai representaban el lado más terrenal de la práctica: el acceso rápido, regulado y al alcance de casi cualquier ciudadano. Ambas caras formaban parte de una realidad aceptada y normalizada en la vida urbana de la polis.
Conclusión: un tema entre la historia y la curiosidad
El trabajo sexual en la Antigua Grecia nos muestra una sociedad compleja, donde lo prohibido en otros lugares era aquí legal y hasta impositivo. Desde los burdeles estatales hasta las cortesanas que influían en la política, pasando por la leyenda de las huellas en la arena, este capítulo de la historia griega revela cómo la sexualidad, el poder y la economía estuvieron siempre entrelazados.
Quizás nunca sepamos con certeza si aquellas sandalias con “sígueme” fueron una estrategia habitual o solo un ingenioso detalle anecdótico. Lo que sí sabemos es que este tema sigue despertando la misma mezcla de fascinación y debate que en la propia Grecia de hace más de dos mil años.
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