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viernes, 26 de febrero de 2021

La historia Erwin Rommel, El zorro del desierto

Si digo Erwin Rommel, resonarán algunas voces indignadas del tenor de animal, cobarde, monstruo, asesino, perdedor, nazi y genocida. Adjetivos mas propios de Bormann, Goebbels, Himmler, Jodl o Heydrich. Rommel no encajaba en ese rebaño, por eso espero que los prejuicios no te impidan conocerlo. Veamos de a uno los prejuicios. 

La historia Erwin Rommel, El zorro del desierto

La historia Erwin Rommel, El zorro del desierto

'Animal'. Errada expresión para un hombre formal y cultor de la familia que sorteó la educación académica como quien salta un charco y cuyo coeficiente intelectual era mayor que el tuyo y el mío, pero sumados. 

'Cobarde'. No le cuadra, pese a que rozaba el humanismo y se encaminaba a ser ingeniero, las necesidades de su país despertaron su patriotismo y decidió unirse al ejército. Lo rechazaron por una hernia inguinal, se operó y regresó para ser aceptado. En la WW1 derrochó heroísmo por lo que fue repetidamente condecorado. Cuando llegó el momento de liderar batallones lo hizo en la primera línea, nunca supo lo que era una retaguardia. 

'Monstruo'. Mmmm, no me parece. Se ganó el respeto de sus enemigos cumpliendo todos los convenios internacionales, el trato a prisioneros fue ejemplar y reconocido. 

'Asesino'. Tampoco, nunca fusiló ni mandó a hacerlo y cuando Hitler emitió la orden de 'Kommandobefehl' que consistía en asesinar a los comandos enemigos capturados, Rommel se negó sistemáticamente. 

'Perdedor'. Menos que menos. Peleó en ambas guerras mundiales. Fue el encargado de reestructurar el ejercito alemán entre ambas guerras, que pasó de 100 mil hombres con palos a una aplanadora que Hitler dilapidó en una guerra multifrontal. sus tácticas y logros a cargo de las Afrikakorps le valieron el sobrenombre de 'zorro del desierto'. Su derrota en las afueras de Alejandría se debió a que Inglaterra ya había descifrado el código enigma. Además Hitler lo dejó sin combustible para sus blindados y al mismo tiempo le ordenó no rendirse. Rommel decidió no sacrificar mas compatriotas en una batalla perdida. 

'Nazi'. Todo lo contrario, los odiaba. Se negó sistemáticamente a afiliarse al partido, los consideraba una banda de matones callejeros. No admiraba a Hitler, ni siquiera lo respetaba, era al revés. Pero Rommel era un soldado que respetaba la verticalidad militar, y Hitler estaba a la cabeza. En 1935, Durante el tradicional desfile militar de pascuas, el 3° batallón a cargo de Rommel es invitado a formarse frente a atrio de Hitler. Pero se entera que por razones de seguridad, entre ellos se formarían las 'SS'. Rommel se sintió insultado, furioso le dijo a Goebbels que '-SI el jefe de estado no se siente seguro delante de sus propios soldados no tenía ningún sentido que su batallón participara'. Hitler no se enojó, hizo que las 'SS' se corrieran. 

'Genocida'. Y no sé como lo van a tomar pero tampoco. Todas sus advertencias sobre los nazis se cumplieron, criticó abiertamente las atrocidades de sus compatriotas y cuando el holocausto comenzó a concretarse lo condenó abiertamente. Tal era su oposición a Hitler que pese a estar en coma por sus heridas en combate cuando se llevó a cabo la operación Valquiria, se lo acusó de participar en el atentado. El 14 de octubre de 1944 mientras se recuperaba en su casa, fue visitado por agentes de las 'SS' que lo invitaron a suicidarse. Terminada la guerra se comprobó que no fue responsable de ningún crimen de guerra. Por ello es el único militar miembro del Tercer Reich que tiene un museo dedicado a su persona en suelo alemán. Ver menos

miércoles, 31 de julio de 2019

Ilse Koch, una mujer despiadada de la Alemania nazi

Esta mujer se llamaba Ilse Koch. Fue encarcelada por hacer lámparas de piel humana entre otras atrocidades.
No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación”, señaló Köhler, la “Bruja de Buchenwald”, al momento de su solitaria muerte en 1967.

 Ilse Koch, una mujer despiadada de la Alemania nazi


Un singular y oscuro personaje de la Alemania nazi. Al igual que su colega Irma Grese, llamada “El Ángel de Auschwitz”, fue un personaje perteneciente a las “Guardianas Nazis”, una camada de varias mujeres que fueron reconocidas por la violencia con que sometían a los prisioneros judíos en los campos de concentración.

La misteriosa mujer, nacida en Dresde, durante 1906, donde estudió taquigrafía trabajó en aquella ciudad en 1922 para una fábrica y posteriormente pasó a ser dependiente en una librería. En aquel lugar, y entre los libros que leía, sumado a una Alemania deprimida después de la Primera Guerra Mundial y su cercanía a círculos nazis, construyó una verdadera leyenda.
Primero, dada su atractiva figura y personalidad, comenzó a tener romances con oficiales nazis ligados a la Waffen-SS. Ya, durante 1932, se afilió al Partido Nazi Alemán y dos años después se “enamoró” de Karl Otto Koch, un teniente 10 años mayor que ella, que estaba radicado en la zona por un tiempo acotado. Fue su oportunidad, se casó con él en 1937 cuando ya había ingresado a la elite de la SS y tuvo dos hijos con él.

De ahí en adelante, y mientras su marido crecía en el aparataje nazi, la mujer acrecentaría su leyenda en base a torturas, abusos y muertes.

Su vida en campos de concentración nazi y el juicio final

En el campo de concentración Buchenwald, la mujer abusó del poder que le proporcionaba ser la señora del director de aquella prisión. Su marido le permitía torturar a los prisioneros, además de utilizarlos para apaciguar sus incontenibles apetitos sexuales en orgías con su marido y otros matrimonios de oficiales.

También gozaba de observar a los prisioneros desnudos, junto con escoger a los que tuvieran tatuajes de su gusto para asesinarlos y sacar su piel con el fin de crear billeteras, bolsos, carteras, pantallas para lámparas, tapas de libros y cuadernos además de pulgares momificados como interruptores. Dichos “adminículos” los regalaba a otras esposas de oficiales e incluso los hacían llegar a Berlín con el fin de agasajar a autoridades de mayor rango.

“Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el ‘Appellplatz’ se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores”, relata Kurt Glass, jardinero preso de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947.

En tanto, torturaba con latigazos a los prisioneros que no le saludaran o que la miraran en exceso. Dependía, según testigos, de su estado de ánimo además de los paseos a caballo. Posteriormente, tuvo dos amantes, un doctor y un comandante del campo. Asimismo, mandó a construir, con fondos del campo, un “picadero” en su propia casa donde torturaba y asesinaba a sus víctimas junto con llevar a cabo excesos sexuales.

Un singular y oscuro personaje de la Alemania nazi. Al igual que su colega Irma Grese, llamada “El Ángel de auschwitz”, fue un personaje perteneciente a las “Guardianas Nazis”, una camada de varias mujeres que fueron reconocidas por la violencia con que sometían a los prisioneros judíos en los campos de concentración.

La misteriosa mujer, nacida en Dresde, durante 1906, donde estudió taquigrafía trabajó en aquella ciudad en 1922 para una fábrica y posteriormente pasó a ser dependiente en una librería. En aquel lugar, y entre los libros que leía, sumado a una Alemania deprimida después de la Primera Guerra Mundial y su cercanía a círculos nazis, construyó una verdadera leyenda.

Primero, dada su atractiva figura y personalidad, comenzó a tener romances con oficiales nazis ligados a la Waffen-SS. Ya, durante 1932, se afilió al Partido Nazi Alemán y dos años después se “enamoró” de Karl Otto Koch, un teniente 10 años mayor que ella, que estaba radicado en la zona por un tiempo acotado. Fue su oportunidad, se casó con él en 1937 cuando ya había ingresado a la elite de la SS y tuvo dos hijos con él.

De ahí en adelante, y mientras su marido crecía en el aparataje nazi, la mujer acrecentaría su leyenda en base a torturas, abusos y muertes.

Su vida en campos de concentración nazi y el juicio final

En el campo de concentración Buchenwald, la mujer abusó del poder que le proporcionaba ser la señora del director de aquella prisión. Su marido le permitía torturar a los prisioneros, además de utilizarlos para apaciguar sus incontenibles apetitos sexuales en orgías con su marido y otros matrimonios de oficiales.

También gozaba de observar a los prisioneros desnudos, junto con escoger a los que tuvieran tatuajes de su gusto para asesinarlos y sacar su piel con el fin de crear billeteras, bolsos, carteras, pantallas para lámparas, tapas de libros y cuadernos además de pulgares momificados como interruptores. Dichos “adminículos” los regalaba a otras esposas de oficiales e incluso los hacían llegar a Berlín con el fin de agasajar a autoridades de mayor rango.

“Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el ‘Appellplatz’ se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores”, relata Kurt Glass, jardinero preso de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947.

En tanto, torturaba con latigazos a los prisioneros que no le saludaran o que la miraran en exceso. Dependía, según testigos, de su estado de ánimo además de los paseos a caballo. Posteriormente, tuvo dos amantes, un doctor y un comandante del campo. Asimismo, mandó a construir, con fondos del campo, un “picadero” en su propia casa donde torturaba y asesinaba a sus víctimas junto con llevar a cabo excesos sexuales.

Mientras, su marido, se encargaba de administrar los fondos del campo de concentración, para comprar lo que ella deseaba. Ambos eran cómplices en las torturas, orgías y el robo de fondos públicos. Finalmente, el coronel Karl Otto Koch fue denunciado por otros eslabones del régimen nazi en relación a que había sustraído, más de 100.000 marcos de la época, a costa del campo, con el objetivo de complacer a su amada mujer.

Himmler, líder de las SS, lo protegió lo que más pudo. No obstante, tuvo que ser degradado y trasladado a otra región de Alemania con el fin de cumplir labores administrativas. De ahí en adelante, la vida de la de “la bruja de Buchenwald” fue en decadencia, mientras su marido fue ejecutado por los propios nazis en el mismo campo que dirigió en abril de 1945. Ella, con el fin de la gran guerra, fue enjuiciada y estuvo en prisión hasta 1967, cuando se suicidio dejando una carta a un tercer hijo el cual nunca supo quien fue su padre.

“Yo nunca consideré la posibilidad de ser llevada a juicio, porque nunca hice ninguna de las cosas que se han presentado en mi contra”, dijo Ilse Koch, durante su primer juicio en 1947, según consignó revista Life ese mismo año.